Hoy no voy a escribir ni colocar nada de mi creación, de todas formas quiero pasarles éste video, el cual contiene un poema llamado «Vieja de Mierda», dedicado a una señorita que todos conocemos, que muchos adoran y que muchos aborrecemos. El poema fue escrito por un usuario de Youtube, «Anziu», el cual pueden visitar clickeando acá.
«Lloré de rabia al oír sus palabras, que salpicaban la pantalla, chorreando el veneno que deshonra la belleza de la libertad. Observé sus huesos podridos de amargura y de odio por la vida. Logró, señora, sacarme del asombro de la realidad que se repetía.
Pero ni sus joyas ni sus vestidos de seda, podían enmascarar su cuerpo de mierda, rodeado por moscas inocentes que la alimentaban.
Me dí cuenta también que en la misma mesa, estaban sentados los culos, ya sucios al descubierto. Son los mismos culos que cagan mierda, como usted. Quizás más nueva, más suave, pero mierdas al fin.
Sequé mis lágrimas, pero me volvieron a brotar, cuando me enteré de los nuevos muertos, de los nuevos desaparecidos. Y usted sólo reía. Y su sonrisa parecía perfecta. ¡Y los culos reían! Festejando siempre la misma mierda. Y la rabia retornó, porque esos culos fueron sufragados. Teniendo la suerte de vivir en un país libre, democrático.
Talvez por ser culos y por no tener cabezas, no comprendieron que si el continente pierde su libertad, ellos no podrían sonreír. O quizás sí… Por eso sonreían, ¿Verdad?
¿Será que se desparraman en carcajadas tomandose sus nalgas, al ver a sus hermanos Hondureños siendo apaleados por botas cobardes, hasta hacerlos sangrar?
Lloré de rabia al pensar que al igual que usted, habían muchas mierdas que nos inundaban con su inmundicia. Mierdas viejas, mierdas jovenes, flacas o gordas. Todas mierdas, indiferentes, finjiendo ser personas.
Sólo les digo una cosa, mierdas. Desde chico me enseñaron que la libertad se defiende, para uno y para los demás. Y estoy dispuesto, incluso, a defenderlos. Sí sí, a ustedes, mierdas.
Sé que en un viejo baúl todavía late el fusíl, que alguna vez utilizó mi Padre, entonces lo pienso, y vuelvo a llorar de rabia. Por lo que tomo la pluma, y comienzo a escribir…»
Por Pablo Martín Borreani
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